La existencia de estas cabañas en este duro entorno subraya la necesidad de refugio que enfrentaban los viajeros. Las leyes medievales noruegas estipulaban estrictas normas sobre el uso compartido de estos refugios. Si el clima era adverso y varias personas llegaban a una cabaña al mismo tiempo, se debía sortear quién tendría que salir si no había suficiente espacio. Cualquiera que se negara a acatar este mandato, si su acción resultaba en la muerte de otros, podía ser severamente multado.
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