Es importante resaltar uno de los matices de este concepto que suele pasar desapercibido: no es posible usar adecuadamente un bien fungible sin que se produzca su desgaste o consumo. Esto puede parecer un detalle, pero resulta fundamental para comprender que un producto de este tipo no tiene validez alguna si se conserva en su estado original: por ejemplo, el dinero no se aprovecha mientras se mantiene almacenado en un cajón, por alto que sea el valor de nuestros ahorros; es recién cuando se cambia por otro bien que cumple su función.
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