En algunas ocasiones, cuando los excesos con el alcohol nublan nuestro juicio y bloquean la memoria, se hace difícil llegar hasta casa. Con suerte, puedes parar un taxi y entre balbuceos lograr transmitir al sufrido taxista la dirección de tu domicilio. Pues hubo un tiempo, a comienzos de siglo pasado, cuando ese servicio te lo podía proporcionar el Servicio Postal británico, el Royal Mail.
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