La guerra más antigua del mundo comenzó hace más tiempo del que podemos recordar: justo cuando empezó la reproducción sexual. Porque sí, la guerra de los sexos existe (¡vaya, que si existe!) y atraviesa especies, ecosistemas u líneas temporales. Por analogía con el hecho de que las especies de presa suelen tener cerebros relativamente más grandes que sus depredadores, los investigadores pensaban que, como respuesta evolutiva a los grandes gonopodios, las hembras acabarían teniendo cerebros más grandes, pero los machos no. Así fue...
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