Nadie quería a los leprosos cerca -debían anunciar su presencia agitando unas tablillas o una campanilla- ni tampoco nada de lo que utilizaban, a pesar de que sabemos que ésa no es una vía de contagio, razón por la cual se hizo necesario destinar utillaje exclusivo para esas personas. Así fue cómo a principios del siglo XX apareció una modalidad de dinero destinado a circular exclusivamente en esos ámbitos concretos.
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