En España la discriminación en el lenguaje y en las actitudes contra la clase trabajadora es tan extensa y generalizada, y está tan imbricada en las instituciones del sistema político-mediático español (y en los mayores medios de comunicación), que la gente apenas se da cuenta. Casi nadie utiliza la expresión “clase trabajadora” y todavía menos expresiones como “lucha de clases”. La expresión de dichos términos en las rarísimas ocasiones en las que se utilizan crea inmediatamente en las tertulias o donde sea, una reacción de rechazo, hostilidad
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