Cuatro siglos de brillantes avances científicos no solo no han servido para resolver los grandes problemas de la humanidad sino que han ayudado a crear otros nuevos y peores ¿Qué nos importan realmente los progresos en genética, inteligencia artificial o computación cuántica, si no somos capaces de compartir unos principios éticos y una concepción global de la realidad y de nuestro papel en ella que generen convicción y eviten, por ejemplo, el cataclismo climático o la lucha feroz y suicida por acumular recursos?
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