Aunque en Cataluña la represión inquisitorial en asuntos de brujería fue leve, no fue así la de los tribunales civiles. La primera oleada de represión se dio antes de 1620 y afectó a comarcas como el Osona, La Segarra y el Urgell. Según Antoni Pladevall, en Vic entre 1618 y 1622 fueron procesadas 45 brujas que, en su mayoría, fueron ahorcadas. En los años sucesivos, en el Berguedà y las tierras cercanas al Montseny se produjeron numerosas detenciones y ejecuciones, extendiéndose también al Rosellón y a la Cerdaña.
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