Tras la invasión soviética de Afganistán, en 1982, David Kline decidió narrar los avatares de los muyahidines con un peculiar compañero de viaje: un portátil. Gracias al Osborne 1, una de las máquinas pioneras, y a un primitivo módem, pudo enviar sus crónicas mucho más rápido que con el tradicional sistema télex. También demostró que la informática sería un arma útil para los reporteros.
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