Atila fue conocido por convertirse en el azote de las legiones romanas. Bajo su estricta tutela (se cuenta que empalaba a los traidores y desertores como escarmiento) los hunos penetraron como el fino filo de una navaja una y otra vez en el Imperio Romano de Oriente durante diez años. No solo eso, sino que logró erigirse en una suerte de capo mafioso capaz de conseguir toneladas de oro a golpe de extorsión.
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