Los países bañados por el Mediterráneo eran los líderes del viejo mundo, el Mediterráneo era el caldo de cultivo de todo cuanto sucedía, así, España e Italia, encontraron hace 800 años una forma de cambiar sus fronteras. De este modo, el objetivo del reino de Sicilia y del reino de Aragón era fusionarse para conquistar el mundo y conseguir con la unión hacer frente al enemigo francés, que quería dominar el continente. El Vaticano ya había tomado partido por los galos. No quedaba más remedio que casar a un niño aragonés con una niña siciliana
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