Anita Sirgo, que forma parte, sin que pueda caber ninguna duda de ello, del último de esos tres niveles de imprescindibilidad: el total. La historia de la cuenca minera asturiana, la de Asturias y quién sabe si aun la española serían ciertamente diferentes si esta mujer valerosa y volcánica no hubiera existido, porque la güelgona que empezó a tumbar la estaca franquista en 1962 no hubiera podido durar tanto, ni en consecuencia adquirir la repercusión nacional e internacional que tuvo, si ella, y otras amas de casa como ella, no hubieran entrado
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