¿Por dónde entra la música? Por los oídos. ¿Y nada más? Nada más. ¿Seguro? Bueno, puede que también un poquito por los ojos, pues eso explicaría el fenómeno fan a lo largo de los años, en los que la imagen es más relevante que las propias canciones, en un ejercicio de imperdonable perversidad por parte de la voraz industria musical.
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