A finales del siglo XIX y principios del XX, el mundo occidental estaba desesperado por ver a los pueblos "salvajes", "primitivos", descritos por exploradores y aventureros que exploraban nuevas tierras para su explotación colonial. Para alimentar el frenesí, miles de indígenas de África, Asia y América fueron traídos a Estados Unidos y Europa, a menudo en circunstancias dudosas, para ser exhibidos en una vida casi cautiva en "zoológicos humanos" de París, Hamburgo, Amberes, Barcelona, Londres, Milán...