En los años veinte de una China convulsa, a medio camino entre el imperio y la nación revolucionaria, el erudito chino Lin Shu se embarcó en la titánica tarea de introducir los clásicos de la literatura internacional en China. Así, en 1922 Lin Shu fue pionero en traducir la obra de Cervantes al chino, a pesar de que jamás había leído 'Don Quijote' y de que no hablaba ni una palabra de español. De hecho, Lin tampoco conocía el inglés, ni el francés, ni ninguna lengua extranjera; tampoco poseyó ninguna copia del libro en castellano.