Habían pasado pocos años de la muerte de Franco y, por tanto, del fin de la censura, cuando George Lucas revoluciona el mundo del cine con el estreno de Star Wars, una saga que hoy se ha convertido en –casi– una religión para muchos, y que continúa tan viva como el primer día. Cuarenta años después, sorprende –y entristece– comprobar que hoy hemos regresado a la censura más rancia e hipócrita, sí, hipócrita porque se esconde bajo el disfraz de unos supuestos valores “modernos”.