Hace 500 años, consumir vainilla era todo un privilegio. Del otro lado del Atlántico, allí en el nuevo mundo, el emperador Moctezuma Xocoyotzin tomaba una bebida preparada a base de cacao y maíz, y aromatizada con un particular perfume: la vainilla. Francisco Hernández, médico del rey Felipe II de España, lo llamó una droga milagrosa que podría calmar el estómago, curar la mordedura de una serpiente venenosa, reducir la flatulencia y hacer que «la orina fluya admirablemente.