Leí Trajeada, la maravillosa columna de Marta Sanz, mientras me disponía a preparar el almuerzo. Antes, mi cuerpo se había doblado al echar algunas ramas y troncos de leña a la carretilla, apilados con minuciosidad, para seguir calentando la casa.
Tiene capacidad para un máximo de 38-40 personas. Es el resultado de la adaptación de una nave alquilada, diáfana. El proyecto se ha hecho realidad con un coste de poco más de 100.000 euros conseguidos mediante una colecta a través de redes sociales. El alojamiento tiene un funcionamiento autogestionado por los propios residentes, mujeres y hombres que trabajan en los campos onubenses. Con reglamento interno de funcionamiento, se organizan para el sostenimiento, mantenimiento y la limpieza de esta casa común, para la preparación de alimentos.
A finales del siglo pasado, la situación de los temporeros en Andalucía era de absoluta miseria. Los sueldos de los trabajadores del campo eran escasos y la productividad de la tierra baja. Además la industria pasaba por un pésimo momento. Esa situación empujó a miles de familias a arriesgar sus vidas y dejar todo atrás en busca de una vida mejor. Así, entre 1880 y 1930, América se convirtió en uno de los principales destinos de cientos de esos andaluces que no encontraban salida a su miseria. Dentro de esa corriente migratoria obligada…