Aunque el Acta Diurna, diario o archivo de Roma, se llevaba publicando desde hacía años, no fue hasta el 59 a.C. cuando Julio César decidió ir más allá y hacer públicos los temas y negocios tratados en el Senado vía Acta Senatus, el equivalente a nuestro diario de sesiones del Congreso. Más tarde, y a través de la Acta diurna populi Romani, se publicaron también las decisiones de asambleas populares y tribunales, avisos de subastas, nacimientos, fallecimientos, matrimonios, divorcios y otros acontecimientos sociales.