La importancia de esto radica en el hecho de que, en muchos casos, las patologías psicológicas, y aún biológicas en ciertas circunstancias, tienen su raíz profunda en patologías del vivir como persona. Por ello, si no se acomete la raíz antropológica de la enfermedad, no hay protocolo farmacológico ni psicoterapéutico que tenga una eficacia profunda, sanadora, más allá de la sospechosa eliminación de los síntomas (lo cual, adelantémoslo ya, no tiene nada que ver con la sanación.