Pero el problema no es Torbe. Ni matando al perro se acabará la rabia. Torbe no es más que la legitimación del putero español, la certeza de que un hombre cualquiera -por repugnante que nos parezca- tiene el poder y el dinero suficiente para someter a cualquier mujer a sus deseos, para explotar nuestros cuerpos y además, revestirlos de deseo. Torbe y los suyos –que son muchos, muchísimos- han encarnado el sueño de Torrente, lo han hecho realidad y lo han difundido en nuestras pantallas: son la idealización de un mundo en el que las mujeres...