La investigación sobre inmigración y crimen de los últimos 20 años ha corroborado ampliamente las conclusiones de varias comisiones presidenciales [de los EE. UU.] de principios del s. XX, que no encontraron nada que apoyase la conexión entre inmigración y delito. Aunque siempre hay excepciones individuales, la literatura demuestra que los inmigrantes cometen de media menos crímenes que los estadounidenses nativos.