Una persona manipuladora se presenta amigable y encantadora. Poco después, empieza a colonizar la mente de quien tiene enfrente con tejemanejes absurdos. Progresa y su comportamiento pasa a ser el de un auténtico tirano, admirado, respetado y temido. Sin apenas darse cuenta, la víctima cae en una espiral de culpa y demolición emocional. "La sensación que provoca es de intimidación, falta de libertad e inquietud. No poder obrar sin miedo a que el resultado no sea de su agrado", advierte la psicóloga de la clínica Área Humana Cristina Mae Wood.