La mente es muy mentirosa. Nos engaña hasta límites insospechados, incluso condicionando al motor de nuestras decisiones: las emociones. ¿Cuántas veces has elegido un camino pensando que era la mejor opción cuando, de repente, te topas contra un muro que desvanece tus sueños? ¡Qué gran facilidad tenemos para cavar nuestra propia tumba existencial sin darnos cuenta! (o sin querer darnos cuenta…).