Su actitud era fiel reflejo de la lentitud burocrática en que discurría la vida española en general, añadido a ello el farragoso y oscuro lenguaje documental, que solía convertir en poco probable la resolución de pleitos y demandas. (Añádase a ello la incultura popular y también la sustitución obligatoria del catalán en beneficio del castellano después de la derrota de Almansa).