Cada vez pasamos menos horas en la naturaleza, en los ríos y en sus orillas y todos esos saberes se pierden. Cuando no había televisiones, ni consolas, ni móviles estoy convencida que pasar horas ahí cerca, jugando con otros niños a lanzar piedras, a conseguir más saltos, a perfeccionar la técnica, a superarse a uno mismo… era un proceso lento que iba dando sus frutos.