Debido al ritmo de vida que llevamos los adultos, terminamos estableciendo para los menores unos horarios que no responden a sus necesidades, sino a las nuestras. No tiene justificación científica alguna, que todos los niños, desde los tres años de hasta los doce, compartan exactamente el mismo horario y duración de la jornada lectiva. Se escapa a todos los principios que pueda sustentar el sentido común, que niños de tres, cuatro o cinco años, se pasen ocho horas, o más, en el colegio. Entonces, ¿por qué es así esto? Pues porque a nosotros...