La intolerancia no cesa cuando el poder legislativo finalmente impulsa una nueva ley. Hace falta, además, un compromiso diario e inflexible por parte de la ciudadanía para que los nuevos derechos civiles sean realmente efectivos. Incluso, mal que nos pese, la sociedad en su conjunto no es siempre una fuerza de vanguardia para determinadas cuestiones. Xenofobia, machismo, homofobia… De ahí la necesidad de lo políticamente correcto como muro de contención –temporal– contra los intolerantes.