En los primeros seis meses de estadía en aquella institución los médicos comenzaron a notar un comportamiento inusual en el gato. No parecía deambular de forma errática, tal como lo hacen los gatos al recorrer los límites de su territorio. Oscar, de hecho, realizaba sus rondas como un médico más, donde visitaba a ciertos pacientes y los olía con particular interés. No transcurrió demasiado tiempo para advertir que cuando el gato se sentaba sobre la cama de un paciente, éste moría a las pocas horas.