No se oye, no se huele, ni se ve, pero está ahí: es la contaminación electromagnética (CEM). Silenciosa, en efecto, y por ello aún más peligrosa porque daña gravemente sin que te enteres. Muchas son las dolencias que ocasiona y muy pocos los que lo saben: insomnio, cansancio, dolores de cabeza, vértigo, ansiedad, tínitus, leucemia infantil, cáncer. Afecta a la melatonina del cerebro, rompe las cadenas de ADN… Una mesa en BioCultura Madrid acercó al público esta problemática que cada vez preocupa a más personas.