Vivimos en una época en que parece que lo único que justifica estudiar una carrera sea una mentalidad finalista y algo simplificada. Ingeniería para ser ingeniero, administración de empresas, para ser empresario; derecho para ser abogado, etc. Dentro de ese paradigma, las carreras humanísticas, con finalidades no tan manifiestas, quedan en una especie de limbo, a menudo minusvaloradas. Pero lo cierto es que las titulaciones humanísticas son las que procuran un mayor entendimiento del mundo en que vivimos y de sus complicadas conexiones.