En el marco de la renovación escultórica que caracteriza a las primeras décadas del siglo XX, Brancusi es una figura fundamental. Con él la escultura abandona la narración (característica fundamental de la escultura del siglo XIX, aún presente en el escultor más importante de estos años: Auguste Rodin) exigiendo al espectador una nueva forma de mirar. La anécdota deja de tener relevancia, siendo sustituida por el volumen, el espacio, la masa, la superficie, la textura, el ritmo.