La nuestra es la sociedad de las apariencias, de los sucedáneos. Los parques son el sucedáneo de la naturaleza, los alimentos tienen potenciadores de sabor, colorantes, y la química de los perfumes impregna toda atmósfera, no sólo el que portamos en forma de desodorantes, geles, cremas, colonias, sino el que cada establecimiento comercial, hotelero, etc, tiene a bien ofrecer como sello de la firma a sus clientes. Con tanto perfume manufacturado se diría que no podemos soportar el hedor a podredumbre de nuestra civilización en quiebra.