España fue perdiendo su “idea nacional”, “el sentido hispánico”, sus propios valores como nación. Se esfumó la fe y se impuso el relativismo, la falsa modernidad y el igualitarismo que no era otra cosa que la construcción de un nuevo totalitarismo de orden mundialista. A la pérdida de un sentido trascendente de la vida le siguió la indiferencia, la ausencia de una misión colectiva, la merma de todo ideal supremo. Monarcas egoístas, políticos corruptos e intelectuales mediocres convirtieron a la gran España en una institución desnaturalizada...