Qué hubiese sido, ya no de España, sino de usted, querido lector, si durante aquella reconversión industrial de finales de los ochenta, el Gobierno de Felipe González no hubiese firmado la privatización de tantas industrias de capital público, o si los sindicatos no hubiesen salido a la calle, o si la televisión no nos hubiese dado la matraca con los Juegos Olímpicos de Barcelona '92 y nos hubiesen encandilado con un futuro esplendoroso de kilómetros de costa reconstruida a golpe de resort, de jacuzzis y mamachicho.