En realidad, todas estas consecuencias se producían por las enfermedades que acarreaba su ingestión: el sedimento del barro obstruía las cavidades intestinales, provocando la retención de la menstruación por la inflamación del aparato reproductor; la arenilla se acumulaba en el hígado, disminuyendo la cantidad de vitamina "d" en el organismo y propiciando una decoloración en la piel; y, por último, en el hígado y los riñones acababan padeciendo enfermedades como la hepatitis o el cáncer renal, algo que propiciaba el "hipocratismo facial"...