Durante mucho tiempo, Bizancio fue para el mundo musulmán el epítome de la civilización europea. La mujer bizantina era vista como promiscua e indecente y el propio Mahoma le dijo a uno de sus lugartenientes, Abu Wahb, "¿No te gustaría tener montones de mujeres y hombres bizantinos como concubinas y sirvientes?". La mujer bizantina, rubia y de ojos claros, fue, desde el inicio del Islam, un trofeo sexual, y se convirtió en el imaginario musulmán en la figura de mujer no musulmana que Mahoma autoriza a convertir en concubina.