Como todo buen movimiento, la pseudociencia también tiene sus líderes. Sus seguidores los citan como si hablaran de dioses, compran y recomiendan sus libros por doquier y les defienden, furibundos, ante cualquier ataque. Sin embargo, ¿qué ocurre cuándo uno de estos gurús de la pseudociencia muere, precisamente, por seguir las directrices que él predica?