El equipo estudió el nivel de azúcar en sangre y heces de 800 participantes tras la ingesta de diferentes alimentos (unas 46,898 comidas en total) y se dieron cuenta que los niveles de glucosa no dependían (solo) del alimento, sino de la persona. Es decir, y simplificando, el mismo alimento nos engorda a unos y a otros, no. La variabilidad en los índices glucémicos que se ha encontrado en este estudio es tal que, siempre según los investigadores, no se podrían hacer dietas para todos, sino (y perdonadme la paráfrasis) dietas para cada uno.