Los comensales salieron a la calle y deambularon por callejuelas estrechas. En aquellos días, la ciudad vivía en la calle. La cálida brisa del atardecer mezclaba los olores de las flores de las plazas. Pocos días antes se había celebrado el Bando de la Huerta y ahora les tocaba el turno a los sardineros, que se apropiaban de las calles y, según algunos, de la desvergüenza que Freud rastreaba en el subconsciente de la gente. Ya en la sede de Ciudadanos, Andrés Cascales pidió una habitación alejada de la calle, que no tuviera ventilación o que la