(...) Durante muchos años yo también fui la hija del camionero. En el colegio, en el instituto. Independientemente de lo que pensasen mis compañeros, mi padre no era camionero, sino que trabajaba en una empresa de reparto. Obviamente, conducía camiones, pero nunca había cruzado fronteras ni se había pasado semanas fuera. Ni siquiera días. Mi padre salía de casa por la mañana y volvía a la noche. Eso sí, la mayoría de las veces, ya dormíamos.