Hasta entonces, como timador de poca monta las cosas no le habían ido mal, pero había llegado el momento de aspirar a algo mejor. Cuando leyó la noticia sobre los problemas que la Torre Eiffel le estaba causando a la ciudad de París, se le ocurrió que a cualquier comerciante bien informado no le parecería demasiado extraño que el Gobierno hubiese decidido deshacerse de ella vendiéndola como chatarra. Así que seleccionó cuidadosamente a seis empresarios del sector, los reunió en el Hotel Crillon, uno de los más lujosos del mundo, les pidió la má