Una tetera de chocolate. Un cenicero en una motocicleta. Un secador de pelo que funciona bajo el agua. Hay inventos que no tienen futuro. Es difícil encontrar buenas ideas. Y encima, a veces, así sean brillantes, no tienen el éxito asegurado, como confirma la experiencia de Douglas Engelbart. Quizás nunca has oído hablar de él. O el nombre te suena pero no puedes recordar por qué. Y ésta es la razón. En 1960, en el Instituto de Investigación de Stanford en Estados Unidos, un estudiante de ingeniería eléctrica Engelbart...