Habrá quien se mida y pretenda competir en belleza, o comparar lo uno y lo otro en apariencia tan distinto, siendo el mismo rito solo que estallado cada cual desde su lado. Sumadas en la misma Semana Santa, las de Sevilla y Zamora se completan y juntas constituyen un símbolo pleno, ese mismo, tan misterioso, que lleva el ser humano buscando desde su origen.