Del mar los vieron llegar, mis hermanos emplumados, eran los hombres barbados de la profecía esperada. Se oyó la voz del monarca, de que el dios había llegado y les abrimos las puertas por temor a lo ignorado. Iban montados en bestias como demonios del mal, iban con fuego en las manos y cubiertos de metal. Solo el valor de unos cuantos, les opuso resistencia y al mirar correr la sangre, se llenaron de vergüenza. Porque los dioses ni comen, ni gozan con lo robado y cuando nos dimos cuenta ya todo estaba acabado.