No sé si os ha pasado, pero siempre que conozco a unos gemelos (y ya pueden ser idénticos, calcados, como dos gotas de agua) me dicen que, en realidad, no se parecen tanto. Y lo peor de todo es que cierto. No son diferencias obvias y menos para quien no está acostumbrado, pero están ahí. Aunque no debería de pasar, ¿no? Al fin y al cabo, si todas las células de sus cuerpos tienen el mismo ADN, ¿no deberían ser exactamente iguales? En realidad, no. Y la clave de todo este misterio está en la forma en que nuestros genes "se expresan".