Que los libros huelen, sobre todo, a nuestros dedos, a las lágrimas que reblandecieron el papel. Y que quizás también, algún libro que me prestaste, huela a ti, amor mío, y al volver la página, tal vez levante polímeros de tu piel y, en tu ausencia, seas, de repente, epifanía de aroma dulce para mi añoranza.