La perspectiva de género es necesaria, pero no es un fin en sí misma –el fin es acabar con una situación de dominio– , ni una «genero-logía» de los valores (diabólicos los de los varones, salvíficos los de las mujeres). El asunto de la identidad personal ligada al género es, por supuesto, relevante (y muy complejo: incorpora constantes biológicas y variables culturales muy diversas), pero no es el único elemento a tratar, ni su tratamiento debe reducirse a una dialéctica estéril entre burdos estereotipos.