Hace algo más de cuatrocientos años Claude Garamond, impresor y fundidor de tipos, famoso en sus años de madurez, moría prácticamente en la ruina. Su viuda, cuyo único patrimonio eran los punzones que había grabado su marido, se vio obligada a venderlos para sobrevivir. Pocos años antes, Garamond había creado una de las primeras fundidoras de tipos, y su trabajo había sido muy popular pues, aparte de introducir en Francia los caracteres romanos, había aportado a la historia de la escritura impresa y a la tipografía importantes avances.