En los años 60 del siglo pasado Lovelock desarrolló la ‘hipótesis Gaia’, una visión del mundo que, antropológicamente, no es ni mucho menos nueva. Desde los nativos australianos al propio padre de Lovelock, un granjero inglés, sospechaban de su existencia, aunque no llegaron a plasmarlo por escrito ni a aportar tantas evidencias. Según esta ‘hipótesis Gaia’, la historia de la vida se fue fraguando, a través de ‘Eones’ de existencia, con la creación de una inmensa red de agentes de todas las especies, formas y tamaños: cada uno con una función.